Cumbia en la Cúpula [2009.11.06]


El borde costero y la puesta de sol estaban para llevarselos para la casa, pero era noche de Cumbia en la Cúpula, así que sin pensarlo mucho, llamo a la fotógrafa del año, Srta. C, y a Santiago los pasajes no más.

"La noche se nos viene difícil, parece" le oigo a mi compañera cuando por las calles capitalinas vemos un ganado de estudiantes tranquilitos y de intelectuales de cajas de vino arrancando cual Corrida de San Fermín, claro que los toros iban vestidos de verde y con lumas en las manos. Sin aclarar ninguna duda, preguntamos y nos inmiscuimos entre la represión misma para hacerle frente a la Cúpula, o mejor dicho Centro Cultural Teatro La Cúpula, que es como le puso la mamá.
Como un insecto gigante escondido entre los árboles que insisten en romper el manto de smog con sus copas desnutridas.

El lugar (como uds porteños no sabrán y uds santiaguinos ignorarán y ud. amigo del cerro y de la pampa tampoco sabrá nunca, pero todos imaginarán) es una cúpula hermoseada rodeada de plantitas que no se fuman y, para efectos cumbiancheros, atendida amablemente por hombres y mujeres oscuras.

Una noche tétrica, si se quiere, que avanza a paso lento pero que cercana a la 1 am se para en dos patas y ladra por fín. Una noche perra que mueve la cola primero con Eqeqo, amigos venidos desde más allá del norte y que le hacen a la Cumbia (sí, con mayúscula) en su variedad más tropical y andina, con bailarinas de fisonomías maravillosas moviendo la falda pa allá y pa acá pa dejarlo loco y con ataque a uno.


Una noche dulce, si se quiere, cuando aparecen los muchachos de Los Pata 'e Cumbia y desarman toda concepción cliché que teníamos de la Cumbia, desarman los esquemas con un vocalista que puede cantar de verdad y unos teclados sicodélicos más pegados que chicle en el pelo.

Todos a saltar lentito y a moverse con Los Pata 'e Cumbia, que entre himno e himno del estilo hacen corear a cada uno de los borrachines que abarrotamos la pista de la Cúpula. Nada mejor que terminar la presentación con un par de vueltas al escenario y una excelente versión de Eh Rica del pulento Redolés.

Una noche activa, si se quiere, al escuchar los primeros acordes de Chico Trujillo y su Cumbia insistente, ácida y provocativa. Con un Aldo Asenjo afirmándose del sudor y poniéndole corazón hasta a los estornudos, los patiperros chilombianos ganan, gustan y golean.

La noche cumbianchera en La Cúpula terminó entonces alrededor de las 5 am, con el recinto a punto de desarmarse después de tanto zapateo, tanta arañita y tanta escoba, con famosillos por todos lados y con el sol casi casi saliendo.


[Fotografìas: Carla Araneda]

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